REALISMO
El Realismo
Este movimiento literario aparece en la segunda mitad del siglo XIX, como consecuencia de las circunstancias sociales de la época: la consolidación de la burguesía como clase dominante, la industrialización, el crecimiento urbano y la aparición del proletariado.
Las características básicas del Realismo literario son:
Este Retrato de bebedor de Francisco Cerezo Moreno es un trabajo de estudio, pintado al natural, en el que se capta la psicología de un personaje anónimo, partiendo de su adicción a la bebida, manifiesta en la coloración de su cara, en sus ojos algo vidriosos, y en su nariz enrojecida.
El personaje no está derecho, sino apoyado en una silla y sosteniendo un vaso que en este momento no vemos, debido al encuadre de la fotografía.
Es un estudio naturalista, resuelto a grandes trazos y con incisiones en algunas partes, que marcan formas. Estas incisiones son posibles gracias a que el cuadro está pintado sobre tablé. La iluminación lateral nos muestra los dos lados de la cara en un contraste muy acusado, la derecha es muy visible, la izquierda apenas está esbozada, ensombrecida por la falta de luz.
Pero lo más expresivo del retrato es la mirada intensa dirigida hacia el espectador, una mirada frontal, confidente, que parece decirnos "este soy yo, sumido en mi degradación". No busca nuestra aprobación, solo nos muestra su situación actual.
El retrato pictórico, al igual que el psicológico, que aparece en las obras literarias, es tanto más expresivo cuanto más insiste en los rasgos esenciales del personaje, dibujado en sus notas más sobresalientes, ya que en lo que no nos dice suponemos que este es igual que nosotros, que todos los seres humanos.
Más aún el retrato naturalista no trata de idealizar al personaje, lo muestra con una crudeza ejemplar, sin por eso convertirlo en un esquema o en un tipo, sigue siendo alguien irrepetible, único, singular, pero alguien que comparte también una situación que está extendida en el medio al que pertenece. Es pues, un retrato psicosocial, un texto de lectura sintagmática.
PRIMER EJERCICIO:
Emilia Pardo Bazán
(La Coruña, 1851-Madrid, 1921)
De familia noble y acomodada.
Las medias rojas de Emilia Pardo Bazán
Cuando la rapaza entró, cargada con el haz de leña que acababa de merodear en el monte del señor amo, el tío Clodio no levantó la cabeza, entregado en la ocupación de picar un cigarro, sirviéndose, en vez de una navaja, de una uña córnea color de ámbar oscuro, porque la había tostado el fuego de las colillas.
Ildara soltó el peso en tierra y se atusó el cabello, peinado a la moda de las señoritas y revuelto por los enganchones de las ramillas que se agarraban a él. Después, con lentitud de las faenas aldeanas, preparó el fuego, lo prendió, desgarró las berzas, las echó en el pote negro, en compañía de unas patatas mal troceadas y de unas judías asaz secas, de la cosecha anterior, sin remojar. Al cabo de estas operaciones, tenía el tío Clodio liado su cigarrillo, y lo chupaba desgarbadamente, haciendo encarrillos dos hoyas como sumideros grises entre lo azuloso de la descuidada barba.
Sin duda la leña estaba húmeda de tanto llover la semana entera, y ardía mal, soltando una humareda acre; pero el labriego no reparaba: al humo, ¡bah!, estaba bien él bien hecho desde niño. Como Ildara se inclinase para soplar y activar la llama, observó el viejo cosa más insólita: algo de color vivo, que emergía de las remendadas y encharcadas sayas de la moza...Una pierna robusta, aprisionada en una media roja, de algodón...
—¡Ey! ¡Ildara!
—¡Señor padre!
—¿Qué novidá es ésa?
—¿Cuál novidá?
—¿Ahora me gastas medias, como la hirmán del abade?
Incorpórase la muchacha, y la llama, que empezaba a alzarse, dorada, lamedora de la negra panza del pote, alumbró su cara redonda, bonita, de facciones pequeñas, de boca apetecible, de pupilas claras, golosas de vivir.
—Gasto medias, gasto medias—repitió, sin amilanarse—. Y si las gasto, no se las debo a ninguén.
—Luego nacen los cuartos en el monte— insistió el tío Clodio con amenazadora sorna.
—¡No nacen!...Vendí al abade unos huevos, que no dirá menos él...Y con eso merqué las medias.
Una luz de ira cruzó por los ojos pequeños, engarzados en duros párpados, bajo cejas hirsutas, del labrador... Saltó del banco donde estaba escarrancado, y agarrando a su hija por los hombros, la zarandeó brutalmente, arrojándola contra la pared, mientras barbotaba:
—¡Engañosa! ¡Engañosa! ¡Cluecas andan las gallinas que no ponen!
Ildara, apretando los dientes por no gritar de dolor, se defendía la cara con las manos. Era siempre su temor de mociña guapa y requebrada, que el padre la mancase, como le había sucedido a la Marisola, su prima, señalada por su propia madre en la frente con el aro de la criba, que le desgarró los tejidos. Y tanto más defendía a su belleza, hoy que se acercaba el momento de fundar en ella un sueño de porvenir. Cumplida la mayor edad, libre de la autoridad paterna, la esperaba el barco, en cuyas entrañas tantos de su parroquia y de las parroquias circunvencias se habían ido hacia la suerte, hacia lo desconocido de los lejanos países donde el oro rueda por las calles y no hay sino bajarse para cogerlo. El padre no quería emigrar, cansado de una vida de labor, indiferente a la esperanza tardía: pues que quedase él...Ella iría sin falta; ya estaba de acuerdo con el gancho, que le adelantaba los pesos para el viaje, y hasta le había dado cinco de señal, de los cuales habían salido las famosas medias...Y el tío Clodio, ladino, sagaz, adivinador o sabedor, sin dejar de tener acorralada y acosada a la moza, repetía:
—Ya te cansaste de andar descalza de pie y pierna, como las mujeres de bien, ¿eh, condenada? ¿Llevó medias alguna vez tu madre? ¿Peinóse como tú, que siempre estás dale que tienes con el cacho de espejo? Toma, para que te acuerdes...
Y con el cerrado puño hirió primero la cabeza, luego el rostro, apartando las medrosas manecitas, de forma no alterada aún por el trabajo, con que se escudaba Ildara, trémula. El cachete más violento cayó sobre un ojo, y la rapaza vio, como un cielo estrellado, miles de puntos brillantes envueltos en una radiación de intensos coloridos sobre un negro terciopeloso. Luego, el labrador aporreó la nariz, los carrillos. Fue un instante de furor, en que sin escrúpulo la hubiese matado, antes que verla marchar, dejándole a él solo, viudo, casi imposibilitado de cultivar la tierra que llevaba en arriendo, que fecundó con sudores tantos años, a la cual profesaba un cariño maquinal, absurdo. Cesó al fin de pegar; Ildara, aturdida de espanto, ya no chillaba siquiera.
Salió fuera, silenciosa, y en el regato próximo se lavó la sangre. Un diente bonito, juvenil, le quedó en la mano. Del ojo lastimado, no veía.
Como que el médico, consultado tarde y de mala gana, según es uso de labriegos, habló de un desprendimiento de la retina, cosa que no entendió la muchacha, pero que consistía... en quedarse tuerta.
Y nunca más el barco la recibió en sus concavidades para llevarla hacia nuevos horizontes de holganza y lujo. Los que allá vayan, han de ir sanos, válidos, y las mujeres, con sus ojos alumbrando y su dentadura completa.
Vocabulario:
Rapaza: muchacha
Se atusó: se alisó
Hirmán: hija
Sorna: ironía
Escarrandado: abierto de piernas
Moziña: muchacha
Gancho: rufián
Ladino: astuto
Amilanarse: intimidarse
Ninguén: nadie
Aro de la criba: coladera
ACTIVIDADES SOBRE EL RELATO Las medias rojas.
Contesta las preguntas del cuestionario que hay a continuación.
Antón Pávlovich Chéjov
(1860-1904)
Es el narrador y dramaturgo más destacado de la escuela realista rusa. Su estilo breve, pero a la vez de minuciosa perfección, destaca por la ausencia de tramas complejas, aunque con el diseño de personajes de sutiles pensamientos. Se le considera po eso el creador del relato moderno.
Chéjov concluyó los estudios de Medicina en la Universidad de Moscú, aunque sólo ejerció esporádicamente, porque siempre estuvo más atraído por la creación literaria. De hecho, a los 28 años ya era ampliamente conocido por el público, tanto en su obra humorística -muy apreciada- como por textos de carácter más profundo, en los que la incisiva descripción de las miserias humanas fueron desplazando los recursos humorísticos.
Contrajo la tuberculosis y por ello se vio obligado a viajar a Crimea, Francia y Alemania, para cuidar de su salud.
A finales del s.XIX, tuvo mucho éxito con su obra de teatro La Gaviota, que le convenció para seguir escribiendo en este género, que fue combinando con la narrativa breve.
ACTIVIDADES SOBRE LA LECTURA.
Relato de Chéjov, Las ostras.
Contesta las preguntas del siguiente cuestionario.
ADIÓS CORDERA, relato de Leopoldo Alas “Clarín”.
En este link podéis leer el cuento completo Adiós Cordera.
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A continuación completa el CUESTIONARIO relativo a la lectura.
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